Un mes después que todo había terminado entre nosotros, la encontré por la calle, en compañía de un individuo. El cual era chiquitín, tenía facha de jefe de oficina, bigotes de gato y cara amulatada. Ella me dirigió una mirada irónica como diciéndome: ‘¿Qué le parece el tipo?’. Y yo permanecí un cuarto de hora en la esquina, abriendo la boca... Pero ¿tenía derecho a indignarme? ¿No me había dicho ya: ‘Me casaré con el primer que venga y demuestre quererme un poco?’ ” (“Ester Primavera”).
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